Creo saber con cierta cabalidad como las cosas se arman y se desarman producto de las intenciones. Sí, porque las intenciones son la gran batería que impulsa nuestros actos, los forma, los deforma y los transforma. Hermana de los motivos y enemiga aférrima de la casualidad, la intención cambia sus causas tanto como sus consecuencias y su indefinida pluralidad se multiplica ante nuestros ojos, ciegos de no entender. De no enteder cómo, no porqué, las personas cambian producto de las intenciones. Un día quieres tener algo y al otro deshacerlo, te acercas a personas para que ellas se alejen, juzgas y apuntas para que duden de tí y mientes a otras para encontrar las verdades que dejaste ocultas mientras cambiaba tu intención.
Siento no ser la intención de otras personas como también siento que ellas nunca hayan sido las mías. Esas son cosas que no se obligan, que nacen, pero que mueren en el momento que existen. Porque cuando cumples tus intenciones luego vuelven otras y otras y algunas más van muriendo. Las intenciones tienen su propio ciclo.
Debo admitir que no me molesta que las intenciones cambien, eso es completamente normal. Me molesta la gente que cambia por ellas. Y por mucho que se piense, no considero que sea una molestia trivial, sino, no me habría molestado en opinarla acá.
Es más bien una molestia existenicial, esas que te duelen cuando acontecen, pero que sabes que no puedes evitarlas, que la naturaleza es así y que por mucho que la analice, seguirán habiendo personas que incurran en lo que hoy critico.
Me conformo con tratar que mis intenciones no me hagan trasformarme en alguien de quien se sienta extrañeza, que sigan un cauce parecido y no hacer que otras personas se sientan mal. Quizás peco por querer abarcar mucho y apretar poco, pero es el futuro quien me lo hará entender, no alguien que no reconoce sus intenciones por no decir que "no sabe lo que quiere".
3 comentarios:
Yo no sé lo que quiero =D
Dónde chucha estai?
q micro tomai?
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